jueves, 6 de marzo de 2014

ROBOVAMP


POR RAY

Ahora que Hollywood ha decidido resucitar a “Robocop” (Paul Verhoeven, 1987) de la mano del brasileño José Padilha (“Tropa de Élite 1 & 2”) llega el momento de recordar las “robocoploitations” de finales de los 80.

Como todas tenían el denominador común de ser basuras infectas me he decantado por esa “joyita” de la inimitable "Filmark" que se llama “Robovamp” (Joe Livingstone, 1988).

 En primer lugar, Joe Livingstone no es más que un seudónimo de Godfrey Ho, un verdadero superviviente de la caspa “made in Hong Kong”. Ho, se adaptó bien al modus operandi de la Filmark que no era otro que, rodar media hora de metraje original, coger (o sea, robar) una peli tailandesa, coreana o indonesia que luego redoblaban al cantonés para tratar de dar continuidad a la “historia”, afanar la banda sonora de alguna película de éxito y diseñar una carátula guapa para engañar al pobre asiduo al videoclub.

“Robovamp” utiliza todos y cada uno de estos pasos. La película cuenta como unos mafiosos utilizan vampiros chinos (de esos con bigote largo y coleta, que andan dando saltos con los brazos estirados) para traficar con droja; como los vampiros chinos no se pueden reanimar así como así necesitan a un monje taoísta para animarlos y controlarlos. La mayor creación del taoísta es un vampiro chino convertido en mono, pero se encontrará con la oposición de una bruja fantasma que llega del más allá con un vestido de gasa.


La poco atractiva bruja y el taoísta pelean del tal forma que del suelto saltan chispas, hasta que irrumpe el vampiro chino simiesco y corta la pelea. En un giro de guión que se descojona en la cara de “El gabinete del Dr. Caligari” y “El sexto sentido” al mismo tiempo, el vampiro-chino-mono reconoce a la bruja fantasma como su gran amor imposible en vida. El taoísta y los mafiosos convienen en casarlos en un matrimonio más paranormal que el de la Duquesa de Alba y así tener a ambos del lado del mal. 



El taoísta y unos esbirros armados son perseguidos por la Interpol (que visten como militares, como los agentes de la CIA de “Made in ChInA” de John Liu) y es aquí cuando aparece nuestro Peter Weller de garrafón. Viéndose derrotado, el taoísta invoca a sus vampiros (el vampiro-mono incluido) para escapar. Es el vampiro-mono el que mata a nuestro héroe quemándolo con unas chispas de bengala de a 0,20 céntimos que salen de sus mangas. 



El soldado muere en un hospital cutre con una maquinaria más cutre todavía (un aparato con unos ecualizadores y dos pantallas con el símbolo + y -). Total, que la luz del + se apaga y se enciende la del -; señal inequívoca (supongo) de que ha fallecido. En menos de un minuto, un tipo con barba coge un taladro y un soplete, tunea al finado y la máquina pasa otra vez del – al +. Entonces vemos el resultado de tanta gilipollez. 



Mediante esa magnífica técnica de montaje que es cortar el celuloide a mordiscos y pegarlo con un escupitajo nos cuelan la parte afanada. En este caso es una cinta tailandesa de narcoguerrillas en la jungla protagonizada por el gran Sorapong Chatree. Un comando chungo irrumpe en una iglesia donde hay escondida droja y se llevan secuestrada a una rubia bastante guapa.
   
En una oficina, un trajeado le habla a un militar claramente occidental para planear el rescate de la rubia, foto incluida. Cuando el militar coge la foto y la mira, vemos a la rubia pero por la magia del cine de la Filmark ahora la foto la sujeta Chatree, que es un mercenario que acepta a llevar a cabo el rescate.

El truco de magia no es otro que, aprovechando que en la peli tailandesa Chatree sujetaba una foto en una escena, Ho grabó una escena con el otro tipo sujetando una foto para unir ambos metrajes. ¡Toma continuidad del montaje, si es que Eisenstein era un mierda! 



A partir de aquí, alternamos las aventuras de Chatree con las de Robovamp. Especialmente antológica es la escena de la emboscada en la playa, donde nuestro ¿robótico? héroe tiene que luchar contra cuatro vampiros pero tras derrotarlos los villanos le prenden fuego mediante un lanzagranadas. 



Mientras Robovamp pasa por chapa y pintura a Chatree le da tiempo a guerrear por ahí con sus mercenarios y a ligar con una thai que se estaba bañando en bolas en el río. A todas estas, el taoísta va a oficiar la boda paranormal pero Robovamp revienta su noche de amor desatando la ira de los contrayentes, no sin antes teniendo un flashback sobre sus propios recuerdos amorosos que no nos interesan un carajo. La bruja y Robovamp inician una pelea con final confuso, como toda la peli, vamos.

A todo esto, Chatree y su ligue han sido secuestrados por la narcoguerrilla pero pronto son liberados y se inicia una batalla campal entre ambos bandos que culmina con la liberación de la rubia de la foto y la voladura de la base de los villanos.

Pero queda el enfrentamiento final entre Robovamp y los vampiros sueltachispas. Nuestro héroe debe ser el único representante de la ley que amenaza contando hasta quince, lo que da tiempo a los vampiros a rodearle. Logra deshacerse de ellos pero tiene que dar caza al vampiro-mono, que está aterrorizando a la ciudad. Mientras, la bruja se revela contra el taoísta y tras una pelea patética con pechos al aire incluidos la bruja muere. El porqué del cambio de opinión de la bruja sigue sin tener explicación, al menos para mí. 



En un callejón, Robovamp se encuentra con el taoísta, el vampiro-mono y más vampiros chinos. Tras otra pelea de vergüenza ajena, nuestro héroe se acuerda de que su inseparable escopeta tiene función “lanzallamas”, acaba con todos y FIN.



“Robovamp” es un claro ejemplo de cómo unos desalmados sinvergüenzas metidos a productores y directores pueden ofrecernos un producto tan descojonantemente divertido como contraproducente para nuestra salud mental. Con dos pelis diferentes unidas por una foto, banda sonora chorizada de “La armadura de Dios” y bastante ventajismo se puede hacer un producto nuevo y que daría lugar a dos películas más sobre Robovamp: “El diablo de la dinamita” y “Contraespionaje en la selva”

Tampoco se podía esperar menos de Godfrey Ho y el productor Tomas Tang, fallecido en un incendio y del que no hay constancia alguna de su existencia. De hecho, hay mucha gente que piensa que Ho y Tang era la misma persona y que el primero fingió la muerte del segundo para ocultar algo chungo. Pero eso, es otra historia.



1 comentario: