Ron Woodroof es un hombre
como los de antes: bebe, fuma y no hay noche en la que no tenga entre sus manos
a una preciosa señorita, resumiendo un autentico machote. Todo cambia el día en
que por causa de un accidente de trabajo descubre que es portador del mortal
virus VIH, diagnosticándole solo 30 días de vida. Este negándose a bajar los
brazos y darse por vencido decide investigar por su cuenta sobre la enfermedad, descubriendo una
serie de fármacos revolucionarios que le ayudaran a prolongar su vida y aliviar
los nocivos efectos de su enfermedad. Aunque estos tienen un “pequeño”
inconveniente, son ilegales en EE.UU.
Aunque a primera vista
parezca un guión prefabricado por Hollywood para ganar cuantos más premios
mejor, es la verdadera historia de un luchador. Un hombre que no acepto su
sentencia de muerte y eligió vivir y aprovechar cada segundo de su vida como si
fuera oro.
El encargado de ponerse tras
la cámara es el director de origen canadiense Jean-Marc Vallée (“La reina
Victoria”). Que dirige la cinta de forma elegante sin caer en la manipulación
emocional y la lagrima fácil. Aunque supongo que esto en parte también es culpa
de sus dos guionistas, el novel Craig Borten y Melisa Wallack (“Blancanieves
Mirror, Mirror”). Es de agradecer que no hayan cogido el camino del melodrama
más ñoño, ese tan típico de cualquier sábado por la tarde en A3.
Como estrella principal del
reparto encontramos a un Matthew McConaughey (“El chico del periódico”) en
estado de gracia. Su recreación de este personaje real es tremendamente brutal y
desgarradora, su transformación física es tan sorprendente que en ocasiones uno
se olvida de quién está detrás de este vaquero drogadicto y homófobo. Sorprende
ver como este actor, en sus inicios nos lo vendían como el nuevo Brando
(allá por el lejano 1996), que parecía destinado a protagonizar peliculillas del tres al cuarto ha evolucionado hasta convertirse en
un actor de gran calidad.
A su lado encontramos a un
camaleónico e irreconocible Jared Leto dando vida al travestido socio de Woodroof, el líder de “30 Seconds to Mars” mantiene
el tipo ante la gran labor de su compañero de reparto. Hasta Jennifer Garner
(“Elektra”) da la sensación de ser una buena actriz, supongo que debido a
presentar a su personaje sin maquillaje y esconderla tras unas horribles gafas
de pasta.
Como telón de fondo encontramos una dura crítica hacia las grandes empresas farmacéuticas, a las
que les importa más cuantos ceros tendrán sus ingresos que salvar millones de
vidas.
Una austera, seca y dura
cinta no apta para toda clase de público y que seguro que se le indigestara a
más de un espectador debido a su crudeza. Cine con mayúsculas.
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